“Tres pasiones, simples, pero abrumadoramente intensas, han gobernado mi vida: el ansia de amor, la búsqueda del conocimiento y una insoportable piedad por los sufrimientos de la humanidad. Estas tres pasiones, como grandes vendavales, me han llevado de acá para allá, por una ruta cambiante, sobre un profundo océano de angustia, hasta el borde mismo de la desesperación” — Bertrand Russell

7/8/17

La revolución rusa, el derecho de los pueblos a la autodeterminación y el repudio de la deuda

Eric Toussaint
Los tratados con las repúblicas bálticas, Polonia, Persia, Turquía…
El tratado de Versalles finalmente fue firmado el 28 de junio de 1919 sin que la Rusia soviética formara parte. No obstante, el Tratado de Versalles anulaba el Tratado de Brest-Litovsk. En virtud del artículo 116 del Tratado de Versalles, Rusia podía demandar reparaciones de guerra a Alemania. Lo que no hizo, puesto que quería ser coherente con su posición a favor de una paz sin anexiones y sin demandas de indemnizaciones. En cierta forma, lo que le importaba es que el Tratado de Brest-Litovsk fuera abolido y que los territorios anexados por Alemania en marzo de 1918 fueran devueltos a los pueblos que habían sido expoliados (pueblos bálticos, polaco, ucraniano, ruso…), de acuerdo con el principio de autodeterminación defendido por el nuevo Gobierno soviético.

Ese derecho estaba invocado en los primeros artículos de cada uno de los tratados de paz firmados entre la Rusia soviética y los nuevos Estados bálticos en 1920: Estonia el 2 de febrero, Lituania el 12 de julio y Letonia el 11 de agosto. Esos tratados de paz son similares y la independencia de esos Estados —integrados por la fuerza en el Imperio zarista— era sistemáticamente afirmada en el primero o en el segundo artículo. Por medio de esos tratados, Rusia reafirmaba su oposición a la dominación del capital financiero y su decisión de repudiar la deuda zarista. Efectivamente, el tratado firmado el 2 de febrero con Estonia enunciaba: «Estonia no tendrá ninguna parte de responsabilidad en las deudas y en cualquier otra obligación de Rusia (…). Todas las reclamaciones de los acreedores de Rusia con respecto a deudas que conciernan a Estonia deben ser dirigidas únicamente contra Rusia.» Hubo disposiciones similares con respecto de Lituania y de Letonia en los tratados firmados con esos Estados. Además de reafirmar que los pueblos no deberían tener que pagar las deudas ilegítimas contraídas en su nombre pero no en su interés, la Rusia soviética reconocía también el papel de opresor que había tenido la Rusia zarista en relación a las naciones minoritarias que formaban el Imperio.

Coherente con los principios que proclamaba, la Rusia soviética iba más lejos. En esos tratados de paz, Rusia se comprometía a restituir a las naciones bálticas oprimidas los bienes acaparados por el régimen zarista (y especialmente, los bienes culturales y académicos como las escuelas, bibliotecas, archivos, museos), así como bienes individuales que habían sido evacuados de los territorios bálticos durante la Primera Guerra Mundial. Como reparación por los daños causados durante la Primera Guerra Mundial en la que la Rusia zarista había participado, la Rusia soviética anunciaba en los tratados su voluntad de conceder 15 millones de rublos-oro a Estonia, 3 millones de rublos-oro a Lituania y 4 millones de rublos-oro a Letonia, así como el derecho para esos tres Estados de explotar la madera de los bosques rusos próximos a sus fronteras. Mientras que las acreencias del Estado ruso respecto de los ciudadanos de los Estados bálticos fueron transferidas a las nuevas autoridades independientes, los tratados de paz firmados con Lituania y Letonia precisaban que las deudas de los pequeños propietarios campesinos ante los ex bancos inmobiliarios rusos, ya nacionalizados, no serían transferidas a los nuevos gobernantes sino «pura y simplemente anuladas». Estas disposiciones se extendieron también a los pequeños propietarios estonios en virtud del artículo 13 del tratado de paz firmado con Estonia, que previó que las «exoneraciones, derechos o privilegios particulares» acordados a un nuevo Estado surgido del Imperio zarista o a sus ciudadanos, se extendió también a Estonia o a sus ciudadanos.

Al firmar esos tratados, la Rusia soviética, aplicando totalmente los principios que quería defender, buscaba salir del aislamiento al que las potencias imperialistas la habían sometido desde la Revolución de Octubre. Los Estados bálticos son los primeros en romper el bloqueo impuesto a Rusia, y esos acuerdos de paz abren la vía a intercambios comerciales entre las diferentes partes. En marzo de 1921, un acuerdo de paz similar fue firmado entre Rusia, Ucrania y Bielorrusia por una parte y Polonia por la otra. Ese documento descargaba a Polonia de cualquier responsabilidad concerniente a las deudas contraídas en su nombre por el Imperio zarista, preveía la restitución de bienes acaparados por la Rusia zarista, y el pago de reparaciones a Polonia por Rusia y Ucrania hasta 30 millones de rublos-oro. La firma de ese tratado es aún más significativa que la de los Estados bálticos: Polonia es una potencia clave en el aislamiento de Rusia deseado por las potencias capitalistas aliadas.


Polonia tras la Primera Guerra Mundial.
El tratado de amistad firmado entre la Rusia soviética y Persia el 26 de febrero de 1921 es otro signo más de la voluntad de la Rusia soviética de favorecer la emancipación de los oprimidos por medio de su derecho a la autodeterminación. Por ese tratado, Rusia declaraba romper con la «política de tiranía de los gobiernos colonizadores» de la Rusia zarista, y renunciaba a los territorios y a los intereses económicos que poseía en Persia. Desde el primer artículo del documento, se indicaba que: «El conjunto de los tratados y convenciones contratados entre Persia y la Rusia zarista, que aplastaron los derechos del pueblo persa, son nulos e inválidos.» Luego, el artículo 8 denunciaba claramente las deudas reclamadas a Persia por el régimen zarista: el nuevo Gobierno ruso renunciaba a la política económica del régimen zarista en Oriente, «que consistía en prestar dinero al Gobierno persa, no con el objetivo de participar en el desarrollo económico del país, sino con objetivos de sumisión política», y, por lo tanto, se anulaban las acreencias rusas con Persia.

Algunas semanas más tarde, el Gobierno soviético renunciaba a todas las obligaciones, incluso las monetarias, de Turquía con respecto a Rusia, en virtud de los acuerdos firmados por el Gobierno zarista 1/.
Nota
1/ Edward Hallett Carr, 1952, La revolución bolchevique (1917-1923): Tomo 3, La Rusia soviética y el mundo, Alianza Editorial, Madrid, 1973-1974.

Traducción: Griselda Pinero
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