“Tres pasiones, simples, pero abrumadoramente intensas, han gobernado mi vida: el ansia de amor, la búsqueda del conocimiento y una insoportable piedad por los sufrimientos de la humanidad. Estas tres pasiones, como grandes vendavales, me han llevado de acá para allá, por una ruta cambiante, sobre un profundo océano de angustia, hasta el borde mismo de la desesperación” — Bertrand Russell

18/5/17

Abril 1917. Y entonces llegó Lenin

Lenin ✆ Arkady Alexandrovich Rylov
"¡Tomad en vuestras manos vuestro propio destino!" (Octavilla repartida en Leipzig en abril de 1917) 

Miguel Salas

El mes de abril se inició en Petrogrado (*) con una protesta de 40.000 personas que exigen igualdad de derechos para las mujeres. Si en febrero ellas habían encendido la mecha de la revolución, no se iban a quedar sin derechos. El gobierno provisional no había acordado nada al respecto, lo dejaba para un futuro indeterminado. No se empieza una revolución para ir aplazando derechos, hay que conquistarlos y ejercerlos. Las mujeres ocuparon el centro de la ciudad y con grandes pancartas exigiendo “Derecho de voto”, “Si una mujer es esclava, no hay libertad”, “¡Viva la igualdad para las mujeres!”, se presentaron ante la residencia del gobierno y allí permanecieron hasta que lograron el compromiso de legalizar el derecho de voto para las mujeres. Al gobierno no le quedó otro remedio. ¡Es lo que tiene un proceso revolucionario! En la primavera de 1917, las mujeres rusas conquistaron un derecho que no tenía ningún otro país europeo. Dos días después, el 3 de abril, según el viejo calendario ruso; el 16 de abril, según el nuestro, Lenin llegará a Rusia y dará un vuelco a los contenidos políticos de la revolución.

Todo proceso revolucionario exige audacia y valentía, hay que convertir en posible lo que parecía imposible. Audaz fue la decisión de Fidel Castro y 82 revolucionarios que navegaron en el Granma para desembarcar en Cuba en 1956 e iniciar la guerra de guerrillas que llevó a la victoria de la revolución en 1959. Lo fue también la decisión de Mao Tse Tung de replegar sus fuerzas en China recorriendo durante los años 1934-1935 más de 10.000 kilómetros, la llamada Larga Marcha; o en julio de 1936, el ímpetu de los anarquistas y revolucionarios saliendo de Barcelona hacia Aragón para enfrentarse a los fascistas. Pero, probablemente, no existe en la historia una decisión tan audaz como la que impulsó a Lenin y a otros 31 revolucionarios rusos para llegar a Rusia. El escritor austríaco Stefan Zweig lo escribió así: “Durante la guerra mundial millones de balas alcanzaron su objetivo. Los ingenieros idearon los proyectiles más violentos, más potentes y de más largo alcance. Pero ninguno lo tuvo mayor ni fue más decisivo para la historia reciente que ese tren que, cargado con los más peligrosos y más decididos revolucionarios del siglo y procedente de la frontera suiza, atraviesa silbando toda Alemania, para llegar a Petrogrado y allí hacer que el orden de la época salte en pedazos.” (Momentos estelares de la humanidad).

Con la caída del zarismo, los exilados desean participar activamente en la revolución. Las potencias imperialistas, de cualquiera de los bandos en guerra, no se fían y ponen todas las trabas posibles. Las peticiones para poder viajar son denegadas, e incluso el nuevo gobierno provisional pone dificultades. En Zúrich, donde reside Lenin, se hacen todo tipo de planes de imposible realización. Finalmente, mediante el concurso de diputados socialdemócratas suizos y alemanes se establecen negociaciones con el Alto Estado Mayor alemán que llegan a buen término. Los revolucionarios rusos podrán atravesar Alemania en un tren al que nadie tendrá acceso, de ahí su denominación de tren blindado, a cambio de interceder por la liberación de presos alemanes en Rusia. No es fácil imaginarlo. Unos revolucionarios, había bolcheviques, mencheviques y socialrevolucionarios, suben a un tren al que nadie puede acceder, en el mismo tren una raya en el suelo hecha con tiza marca la zona neutral de soberanía rusa frente al compartimento de los dos oficiales alemanes que acompañan el transporte, y que ni siquiera pueden tener contacto con los exilados rusos. [Ver relato en SinPermiso]

Al abandonar Zúrich, firman con otros revolucionarios franceses, alemanes, suizos, suecos… una declaración de intenciones: “Los internacionalistas rusos que se dirigen a Rusia con el fin de ponerse al servicio de la revolución nos ayudarán a levantar a los proletarios de los demás países, sobre todo a los de Alemania y Austria, contra sus gobiernos”. Esta audaz decisión, por la que la burguesía y los socialistas moderados acusarán a Lenin de estar pagado y al servicio del gobierno alemán, permitióque el 3 de abril llegara a la estación de Finlandia en Petrogrado. 
Las Tesis de Abril

Unas miles de personas fueron a recibirle y les dirigió unas palabras: “Queridos camaradas, soldados, marineros y obreros: Me siento feliz al saludar en vosotros a la revolución rusa triunfante, al saludaros como a la vanguardia del ejército proletario internacional… La revolución rusa, hecha por vosotros, ha iniciado una nueva era. ¡Viva la revolución socialista mundial!”. No era el tipo de mensaje que esperaban los que en ese momento tenían mayoría en los soviets, ni siquiera algunos de sus camaradas de partido. Cuando posteriormente explicó sus propuestas para el desarrollo de la revolución el escándalo será mayúsculo. Estos son algunos de los calificativos que recibió: “¡Esto es el delirio de un loco!” (Bogdanov, menchevique). “¡Lenin se ha constituido en candidato para uno de los tronos europeos que ha estado vacante por treinta años –el trono de Bakunin! Las nuevas palabras de Lenin recuerdan algo de las anticuadas verdades del anarquismo primitivo” (Goldenberg, antiguo bolchevique). “Es una vieja gloria que está fuera de las filas del movimiento [socialdemócrata]”. “Lenin quedará como una figura solitaria fuera de la revolución y nosotros seguiremos nuestro propio camino” (Cheidse, dirigente del soviet). “No olvidaré nunca aquel discurso, parecido a un trueno, que me conmovió y asombró” –escribió Nicolás Sujánov en sus recuerdos sobre la revolución. “Su programa –escribió el socialrevolucionario Zenzinov- fue entonces acogido más con burla que con indignación. Tan absurdo le parecía a todo el mundo”. “Las tesis de Lenin cayeron como una bomba. En aquel día, el camarada Lenin no encontró un partidario resuelto ni aun dentro de nuestras filas” (Zalechski, bolchevique)

Efectivamente, Lenin puso patas arriba las ideas hegemónicas del momento, incluso las de su propio partido. Lo que propuso en sus Tesis de Abril se puede resumir en los siguientes puntos:
1.- La guerra sigue siendo imperialista. Sin abatir el capital es imposible poner fin a la guerra con una paz verdaderamente democrática.
2.- La peculiaridad del momento en Rusia es el paso de la primera etapa de la revolución, que ha dado el poder a la burguesía, a su segunda etapa, que debe poner el poder en manos del proletariado y los sectores pobres de los campesinos.
3.- Ningún apoyo al gobierno provisional.
4.- Reconocer que el partido está en minoría en los soviets. Explicar que los soviets son la única forma posible de gobierno revolucionario. La tarea es explicar de manera paciente para que, sobre la base de la experiencia, las masas superen sus errores.
5.- Sustituir el ejército regular por el armamento del pueblo. Los salarios de los funcionarios no excederán el salario medio obrero. Elegibilidad y revocabilidad de los funcionarios públicos, jueces, policías, etc.
6.- Confiscación de las tierras de los terratenientes. Reparto de la tierra a partir de los soviets.
7.- Fusión de los bancos en un banco nacional único, bajo el control de los soviets.
8.- Poner la producción social y la distribución bajo el control de los soviets.
[Ver: Tesis de Abril]
Hasta entre los suyos le costó encontrar partidarios. La redacción de Pravda, el periódico bolchevique, publicó: “Por lo que se refiere al esquema general del camarada Lenin, lo juzgamos inaceptable, en cuanto arranca del principio de que la revolución democrático-burguesa ha terminado ya y se orienta en el sentido de transformarla inmediatamente en revolución socialista”. Desde el punto de vista político es un momento decisivo. Hay que elegir un camino: o mantenerse como oposición en el marco de un gobierno de la burguesía, manteniendo el esfuerzo de la guerra y aplazando sine die las reformas urgentes, o luchar para que la revolución se encamine hacia el poder de la clase social que ha encabezado la caída del zarismo y ha levantado los soviets, y así poner fin a la guerra y en marcha las transformaciones sociales a favor de las clases trabajadoras y los campesinos. No se pueden conciliar ambos caminos.

Para quien lea estas líneas puede resultar compleja esta reflexión. Actualmente, no vivimos un periodo revolucionario, el movimiento obrero y social ha retrocedido estos años y sólo en ciertos ámbitos, básicamente municipales, se ven perspectivas de cambio a favor de la gente de abajo, pero una elección de ese tipo está planteada en todos los procesos revolucionarios, es una de esas leyes no escritas que se cumple inexorablemente. Es la duda, incluso entre los revolucionarios y revolucionarias, de si es suficiente con las primeras conquistas (en este caso, el final del zarismo) o es posible continuar hasta lograr un cambio, no solo político sino también social. Hay que analizar correctamente la situación, la fuerza de las clases sociales, su determinación y organización, y, sobre todo, si existe una organización capaz de encabezar la acción de las masas trabajadoras hacia el cambio revolucionario.

Esa necesidad de elegir abrió una crisis en el partido de los bolcheviques. Trotsky escribirá más tarde: “De no haberse vencido esta crisis, la revolución no hubiera podido seguir adelante.”
La guerra lo determina todo
Los acontecimientos ayudaron a convencer al partido, y posteriormente a la mayoría de la clase trabajadora, de que había que preparar la segunda etapa de la revolución. La guerra seguía presente y el gobierno hacía oídos sordos. Los problemas de abastecimiento se agudizaban, había nerviosismo en los cuarteles y en las fábricas. En las trincheras crecía la impaciencia. Solo entre el 1 y el 7 de abril, el  Alto  Mando reconoce que más de 8.000 soldados han desertado. La masa de los soldados solo deseaban una cosa: que acabe la guerra y volver a casa.

El 5 de abril el gobierno declara que “respetará escrupulosamente las alianzas que nos unen a otras potencias y cumplirá concienzudamente con los acuerdos pactados con los aliados.” O sea, mantendrá el esfuerzo militar. La chispa estalló cuando el 18 de abril, Miliukov, ministro de Asuntos Exteriores y dirigente del partido ka detenido (algo así como el PP actual) declaró que Rusia seguía manteniendo sus objetivos de guerra: la liberación de los pueblos eslavos del dominio austro-húngaro; la fusión con Rusia de los territorios ucranianos actualmente bajo control de Austria-Hungría (entre ellos Galitzia) y la adquisición de Constantinopla y los Estrechos. ¡Empezar una revolución para que todo continúe igual! ¡De ninguna manera!

Algunos cuarteles decidieron salir armados en manifestación. Cuando las noticias llegaron a las fábricas muchas pararon y desde los barrios obreros se unieron a los soldados. Una muchedumbre de más de 25.000 personas se dirigió hacia el palacio del gobierno. Las pancartas y los gritos eran unánimes: “¡Abajo Miliukov!”. Los partidos burgueses movilizaron también y aparecieron banderas con "¡Abajo Lenin!". Los manifestantes obreros y populares exigen que se acabe la guerra. Los que salen detrás de los burgueses gritan: "¡Queremos Constantinopla!". Dos mundos amenazan con enfrentarse. Los dirigentes del soviet a duras penas lograron apaciguar los ánimos. La crisis expresó un enfrentamiento claro con el gobierno provisional (recordemos que era un gobierno burgués apoyado por los socialistas reformistas desde los soviets); la exigencia clara a favor de la paz, los soldados estaban dispuestos a luchar para defender la revolución pero no para atacar; reforzó el papel de los soviets, que pasaron en la práctica a ser el único “gobierno” que aceptaban las masas. La crisis de abril acabó con la salida de Miliukov del gobierno y con un crecimiento de la influencia del bolchevismo. Todavía es un primer choque. Hay que tener paciencia. "La tarea del momento - escribirá Lenin - es explicar de manera más precisa, más clara y más ampliamente la política del proletariado, su camino para poner fin a la guerra".
En Europa se precipitan los acontecimientos
La guerra imperialista dura ya 33 meses y la muerte, el hambre y la miseria hace tiempo que campa por todo el continente. En las trincheras, en los pueblos y en las ciudades se suspira por la paz, pero los gobernantes continúan la guerra. El 2 de abril, Estados Unidos decide entrar en la guerra y dar el paso para convertirse en el imperialismo hegemónico, política y económicamente. Después de meses sin grandes batallas, el día 9, los británicos lanzan una ofensiva en Artois (norte de Francia). El 16, son los franceses quienes inician la batalla conocida como Le Chemin des Dames (cerca de Reims) y también ofensiva Nivelle (por el general que la dirigió), en la que fallecieron o fueron heridos cerca de 200.000 personas, tres cuartas partes pertenecientes al ejército francés. Fue también un desastre para las tropas africanas que combatían con los franceses, 7.000 soldados senegaleses de los 16.500 que estaban en el ejército murieron en esa batalla. Desde el 17 de abril empiezan diversos motines de soldados franceses que se extenderán hasta el mes de julio. De estas experiencias surgirá la Chanson de Craonne, uno de los himnos contra la guerra:
Los que tienen la pasta, ésos volverán,
ya que por ellos morimos.
Pero se terminó, los soldados
vamos todos a ponernos en huelga.
Os tocará a vosotros, señores gordos,
subiros a la meseta.
Porque si queréis hacer la guerra,
pagadla con vuestra piel
El estallido de la revolución en Rusia ha abierto la esperanza de las clases trabajadoras europeas. En Alemania empieza a extenderse la idea de “poner fin a la guerra mediante las huelgas”. Los primeros días de abril aparecen en Berlín octavillas de Spartakus (el grupo de Liebnecht y Rosa Luxemburg) llamando a seguir el ejemplo ruso. En ciudades como Hamburgo, Bremen y Núremberg se producen paros en algunas empresas. Pero es en Leipzig donde el movimiento toma mayor fuerza. El 12 de abril, una manifestación de mujeres se reúne frente a la Alcaldía en demanda de pan. El 14, una manifestación de obreros exige en el mismo lugar la mejora de abastecimientos. El 15, se anuncia la reducción de pan semanal de 1.350 a 450 gramos. La noticia se envuelve con comunicados celebrando los éxitos de la guerra submarina lanzada por la Armada alemana. Ya ha pasado el tiempo del entusiasmo militar. En Berlín, las fábricas responden. El 16, alrededor de 300.000 personas, pertenecientes a más de 300 empresas se declaran en huelga y se manifiestan espontáneamente por las calles. Los dirigentes sindicales y de la socialdemocracia, que, recordemos, han apoyado la guerra, intentan detener el movimiento. Una asamblea masiva en Leipzig aprueba una resolución que exige el aumento de las raciones alimentarias y de las cantidades de carbón para calentar los hogares; se incorporan reivindicaciones políticas: una declaración del gobierno a favor de una paz sin anexiones; la supresión de la censura y el levantamiento del estado de sitio; la liberación de los presos políticos y el sufragio universal en todas las elecciones. En algunas asambleas de fábrica se exige la libertad de Karl Liebnecht, el único diputado de la izquierda que votó contra la guerra y que está detenido desde mayo de 1916. En otras, se eligen consejos obreros, al estilo ruso.

El gobierno reacciona militarizando al personal de las empresas en huelga y deteniendo a los dirigentes obreros que defienden seguir la movilización. Días después, el general Groener, declarará: “Nuestros peores enemigos están entre nosotros […] son los agitadores huelguistas. […] Quienquiera que se ponga en huelga mientras nuestros ejércitos están frente al enemigo es un perro.”. [No es un error, dijo “perro”] Una etapa ha sido superada. Las masas han aprendido cómo actuar. Les servirá en los próximos meses.

El movimiento, con mayor o menor intensidad, se desarrolla por toda Europa. En Francia, durante el mes de enero, se producen algunas huelgas en los alrededores de París, protagonizadas por mujeres. La mayoría de los hombres están en el frente y ellas tienen que soportar largas jornadas y bajos salarios –todo sea por la guerra- dicen los capitalistas. Será en el mes de mayo que estallará la huelga de las costureras que se mantendrá durante semanas y que, junto a los motines en el ejército, pondrá nerviosos a gobernantes y capitalistas. [Ver en SinPermiso]

Se sintió la amenaza expresada años antes por Joseph Joffre, comandante en jefe del ejército francés, cuando declaró: “Si las mujeres que trabajan en las fábricas se detuvieran veinte minutos, los Aliados perderían la guerra”. Hubo también un “brusco aumento de la actividad huelguística en Inglaterra... en Austria-Hungría tumultos por los comestibles y, en las ciudades del norte de Italia, violentas manifestaciones contra la guerra.” (La  izquierda revolucionaria en España, 1914-1923. Gerald H. Meaker)

También en España las nubes amenazaban tormenta revolucionaria. El bipartidismo de la época se estaba agotando. Las huelgas y movilizaciones contra la carestía de la vida y el aumento de salarios recorrían todo el país. En marzo se produjo una oleada de huelgas en Barcelona, Valencia, Bilbao, Sabadell, Algeciras, Alcira, etc. Del 1 al 3 de abril se desarrolló una fuerte movilización obrera en Valladolid. El gobierno, temeroso de que se extendiera, declaró el estado de sitio, y eso aún agravó más la situación. El 19 de abril dimitió el conde de Romanones, presidente del Consejo de Ministros. “Se iniciaba la crisis más aguda de la España contemporánea” (La crisis española de 1917. Juan Antonio Lacomba) 
El papel de las personalidades en la historia
En pocas semanas las propuestas de Lenin ganaron la confianza de la mayoría del partido bolchevique y este cambio político representó un giro que preparará el triunfo de la revolución en el mes de octubre. Durante los cien años transcurridos se han escrito miles de páginas para intentar explicar cómo en tan pocos meses esas ideas, tan minoritarias y denostadas, pudieron ganar la confianza de millones de personas. Unos pretendieron explicarlo por el supuesto régimen personalista del partido; otros por el atraso de la sociedad rusa o incluso por una supuesta “alma eslava”. Aún y así, ¿cómo pudo suceder? A las pocas semanas, sobre Lenin se desató una campaña de calumnias, acusado de ser un agente pagado por el gobierno alemán. Llegó a Rusia en abril, pero en julio tuvo que esconderse perseguido por el gobierno provisional y no volvió a aparecer hasta octubre. En realidad, la explicación es más materialista: fue posible por la evolución de las contradicciones sociales y políticas del desarrollo revolucionario, que Lenin supo comprender y a las que dio una formulación adecuada.

No hay duda de que en los procesos históricos ciertas personalidades juegan un papel determinante en la evolución de los acontecimientos. Los dirigentes políticos, como los pensadores o científicos, son siempre el resultado de su tiempo. No son accidentes, ni surgen de la nada, son el producto de la historia y, al mismo tiempo, con capacidad para intervenir en ella. Esa es la grandeza de determinadas personalidades.

Rusia era un país atrasado, pero también con una industria avanzada; con un régimen político autoritario y represivo bajo el zarismo, con una clase burguesa débil, temerosa y dependiente del capital internacional. Esas condiciones habían permitido el desarrollo de una clase obrera concentrada, formada y experimentada en duras luchas, tanto contra la explotación capitalista como contra la falta de libertades (recordemos que en 1905 ya vivió una revolución) y con una intelectualidad en relación con la cultura y la tradición política europea... en ese caldo de cultivo se forjó la personalidad de Lenin. Evidentemente, nada tiene que ver el reconocimiento del lugar histórico de determinados dirigentes con el culto a la personalidad establecido por Stalin y sus sucesores.

El papel dirigente de Lenin se forjó también en contacto con las luchas obreras y populares, aprendió de esas experiencias y, al mismo tiempo, formó en el marxismo a los futuros dirigentes de la clase trabajadora. Ese inmenso trabajo no podía hacerse de una manera individual, necesitaba de una organización, de un partido, en el que compartir y socializar la teoría y la práctica, sin las cuales no puede haber acción revolucionaria. “Las ideas no viven sin organización” –escribiría más tarde el revolucionario italiano Antonio Gramsci-. Lenin jugó un papel decisivo en el desarrollo de la revolución, pero pudo hacerlo por las circunstancias históricas y porque dispuso de una organización que permitió transmitir a millones de hombres y mujeres las propuestas políticas.

Tanto a nivel internacional, como en Rusia, el mes de abril anunció un giro, pero todavía quedaba mucho por hacer. “Tenemos poco tiempo y mucho trabajo” –escribirá Lenin-, y recomendará: “organizar, organizar y una vez más organizar...en cada fábrica, en cada taller, en cada barrio, en cada manzana”.

(*) Nota editorial: Petrogrado fue bautizada como Leningrado y hoy es San Peterburgo
http://www.sinpermiso.info/