“Tres pasiones, simples, pero abrumadoramente intensas, han gobernado mi vida: el ansia de amor, la búsqueda del conocimiento y una insoportable piedad por los sufrimientos de la humanidad. Estas tres pasiones, como grandes vendavales, me han llevado de acá para allá, por una ruta cambiante, sobre un profundo océano de angustia, hasta el borde mismo de la desesperación” — Bertrand Russell

25/1/15

El Papa y la Conferencia Episcopal Venezolana

Gustavo Márquez Marín
El Papa Francisco en su exhortación pastoral “Evangelli Gaudium” identifica como causa de la violencia y la inseguridad, la mezcla explosiva de dos ingredientes: la inequidad y la exacerbación del consumo generados por el capitalismo, en el cual “mientras las ganancias de unos pocos crecen exponencialmente, las de la mayoría se quedan cada vez más lejos del bienestar de esa minoría feliz. Este desequilibrio proviene de ideologías que defienden la autonomía absoluta de los mercados y la especulación financiera. De ahí que nieguen el derecho de control  de los Estados, encargados de velar por el bien común. Se instaura una nueva tiranía invisible” y continúa “Así la inequidad genera tarde o temprano una violencia que las carreras armamentistas no resuelven ni resolverán jamás”.  Son reflexiones que se ubican en la raíz del problema de la sociedad contemporánea, en sus contradicciones fundamentales. La explotación capital-trabajo que origina la violencia social como expresión concreta de la lucha de clases y  la explotación capital-naturaleza. De esta última  afirma: “El afán de poder y de tener no conoce límites. En este sistema, que tiende a fagocitarlo todo en orden a acrecentar beneficios, cualquier cosa que sea frágil, como el medio ambiente, queda indefensa ante los intereses del mercado divinizados, convertidos en regla absoluta”.

El corolario de esta crítica apunta hacia la construcción de una civilización postcapitalista que derrumbe el nuevo “becerro de oro”, materializado en el “fetichismo del dinero y en la dictadura de la economía sin un rostro y sin un objetivo” en la que se oculta las fauces voraces del monstruo del capital.

En sentido opuesto ha venido actuando la Conferencia Episcopal venezolana (CEV) desde que Hugo Chávez llegó a Miraflores. Haciéndole el juego al golpismo, por la restauración del sistema excluyente cuartorepublicano, en defensa del sistema capitalista y a favor de los intereses de la oligarquía.  En su última “proclama política”, la CEV se refiere al “modelo socialista impuesto por el gobierno” como la causa de la crisis. Cuando esta es una  más del modelo capitalista dependiente heredado de la IV República que aún persiste, a pesar de los grandes avances sociales y  políticos de la revolución.
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