“Tres pasiones, simples, pero abrumadoramente intensas, han gobernado mi vida: el ansia de amor, la búsqueda del conocimiento y una insoportable piedad por los sufrimientos de la humanidad. Estas tres pasiones, como grandes vendavales, me han llevado de acá para allá, por una ruta cambiante, sobre un profundo océano de angustia, hasta el borde mismo de la desesperación” — Bertrand Russell

8/6/12

La Filosofía sirve para distinguir los conceptos verdaderos de los conceptos falsos.

Jazz @ Paul Grech
Lenin recomendaba que todo lo contrastáramos contra los hechos, contra los acontecimientos y contra la Historia

¿Que franceses e ingleses han formado nuestra intelectualidad? No me parece posible. El mundo jamás ha sido francés o inglés, jamás ha sido totalmente romano o griego.

Eduardo Zeind Palafox

Especial para La Página
¿Por qué los intelectuales norteamericanos no leen? Porque ellos argumentan con bombas, misiles y pistolas. Como terminé mi trabajo de oficinista rápidamente, me puse a leer la pésima revista Letras Libres, más aburrida y estática que la política mexicana.

Leí una reseña, una reseña sobre un tal David Brooks, supuesto intelectual o "burgués bohemio", supuesto redactor del New York Times, único puente de su angosta fama. La reseña medita sobre su nuevo libro, titulado El animal social, título que me parece poco sugestivo y pasado de moda (parece un libro del XIX).

El escritor de la mencionada obra cita modernos, novedosos y actuales trabajos científicos, monografías estudiantiles que afirman que las pasiones dominan al hombre, funesto gusano que soslaya las razones. ¿Para aprender estas torpezas van los jóvenes norteamericanos a la universidad? Para mí es norteamericano cualquiera que viva arriba de México o que acepte vivir al estilo norteamericano.

El voto del 1 por ciento no vale más que el voto del resto

Amy Goodman

Especial para La Página
Muchos han considerado el esfuerzo fallido por destituir al gobernador de Wisconsin, Scott Walker, como señal de una crisis del movimiento de los trabajadores y un acontecimiento crucial para la elección presidencial que tendrá lugar este año en Estados Unidos. Walker impulsó una controvertida iniciativa para mermar el poder de los sindicatos del sector público de su Estado. Los sindicatos comenzaron una dura batalla contra las medidas y, acompañados de una gran muestra de solidaridad popular por parte de muchos sectores, redoblaron la apuesta. Esta semana, los sindicatos perdieron la batalla. La inyección masiva de fondos a la campaña de Walker, que durante meses supuso una saturación de publicidad electoral en el llamado “estado del tejón”, fue determinante para su victoria. Más que una derrota para los sindicatos, la victoria de Walker supone una derrota para nuestra democracia en esta era post-Citizens United en la que es posible comprar las elecciones con la ayuda de algunos cuantos multimillonarios.

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En febrero de 2011, el ex jefe administrativo del condado de Milwaukee y recientemente elegido gobernador del estado, Scott Walker, impulsó un plan para despojar a los trabajadores públicos de Wisconsin de sus derechos de negociación colectiva. Cabe resaltar que esta acción no había sido una de sus promesas de campaña. La reacción hizo historia. Decenas de miles de personas marcharon hasta el Capitolio de Wisconsin para después ocuparlo.

La nueva Oposición chilena

Adolfo Castillo

Especial para La Página
Tras una prolongada agonía del modelo de democracia de elites que se había mantenido y que persistirá por algún tiempo, la sociedad percibe que la realidad política se ha modificado profundamente tras la llegada a La Moneda de los responsables del orden productor de malestares e injusticias y el alejamiento de quienes lo administraron por casi  20 años.

Esa sociedad intuye que ya no volverá a los tiempos de los dos bloques que cohabitaron en el modelo dictatorial sobre la base de acuerdos mutuamente convenientes; ni aquella franja que había votado religiosamente por la Concertación, y que estuvo dispuesta a los mayores sacrificios, al mal menor, con tal de impedir que los hijos de Pinochet y sus adláteres llegaran al gobierno, ni tampoco aquella otra fracción social que, enfrentada a la dura realidad, ha visto y experimentado que sus líderes, a quienes vio esforzarse por conquistar La Moneda tras casi 60 años, sólo trabajan para los amigos y sus empresas y que las penurias del día a día siguen siendo las pesadillas reales que los aliancistas no tienen mayor interés en enfrentarlas.

Analizando un discurso político

Eduardo Zeind Palafox

Especial para La Página
En medio del metálico tráfico y negándole la oportunidad de trabajar a un limpiador de parabrisas, a uno que quería embarrar mi coche con jabón, leí en cierta playera el siguiente mensaje: "A PESAR DE TODO, TE QUIERO, MÉXICO".

Este mensaje estaba estampado en la camiseta del limpiador de parabrisas. ¿Qué espera del gobierno un joven desempleado? ¿Qué puede hacer un joven de esta clase social para cambiar su situación? ¿Qué desea hacer con su vida dicho joven? ¿Cómo toma decisiones electorales este joven? Hemos transformado las preguntas antropológicas kantianas en preguntas de índole político. Para responder las anteriores preguntas, es necesario tener un sistema crítico, una herramienta de pensamiento. Cuando un gobernante habla, divide su discurso en tres secciones. Escrutemos.

Ya no soy Frederick Rolfe (ni el Barón Corvo), llámenme Adriano VII

Foto: Frederick Rolfe
Barón Corvo
 
Juan Forn

Había una vez un inglés muy atildado que tenía que dar un discurso en un club de gourmets, el primer club de gourmets que se abría en Londres: el Food & Wine Club. Le iba el pellejo en ese discurso. Era la primera reunión, necesitaban seiscientos socios para no quedar en la calle, no era buen año para quedarse en la calle 1931. Y, sin embargo, el atildado AJ Symons hizo su discurso sobre un pederasta loco, que intentó por todos los medios ordenarse cura luego de convertirse al catolicismo, y lo rechazaron por puto, malvivió como tutor, fue echado de todas partes, murió en 1913 en Venecia, debajo de una lona, dentro de una góndola fondeada en un embarcadero donde dormía hacía semanas. En el medio, este personaje escribió un libro increíble, llamado Adriano VII, en donde un pederasta loco era rechazado para el sacerdocio por puto y durante veinte años se sometía a un régimen de eremita piadoso hasta que del Vaticano venían a decirle que se habían equivocado, que les había dado una lección: que merecía los hábitos. Al mismo tiempo están eligiendo Papa en Roma y no se ponen de acuerdo hasta que llega a la mesa cardenalicia el relato de ese santo varón que durante veinte años creyó que merecía ser sacerdote. “Un hombre así necesita la Iglesia”, dice uno de los prelados. Los demás asienten. Habemus Papam. El pederasta devenido santo varón dice: “Ya no soy Frederick Rolfe. Llámenme Adriano VII”.