“Tres pasiones, simples, pero abrumadoramente intensas, han gobernado mi vida: el ansia de amor, la búsqueda del conocimiento y una insoportable piedad por los sufrimientos de la humanidad. Estas tres pasiones, como grandes vendavales, me han llevado de acá para allá, por una ruta cambiante, sobre un profundo océano de angustia, hasta el borde mismo de la desesperación” — Bertrand Russell

1/7/12

La deuda pública en Francia y en Europa / Los bancos privados se hacen ricos a costa de los ciudadanos

Salim Lamrani

Especial para La Página
Todos los países europeos se enfrentan al problema de la deuda que afecta severamente a las finanzas públicas. Francia, la quinta potencia mundial, tampoco se libra de la crisis que hace la felicidad de los bancos privados.

Ninguna nación europea se salva del problema de la deuda pública, aunque la gravedad de la crisis difiere de un país a otro. A un lado se encuentran los “buenos alumnos” tales como Bulgaria, Rumania, República Checa, Polonia, Eslovaquia, acompañados de los países bálticos y escandinavos, con un endeudamiento inferior al 60% del PIB. Al otro lado están los cuatro “malos alumnos”, cuya deuda pública supera el 100% del PIB: Irlanda (108%), Portugal (108%), Italia (120%) y Grecia (180%). Entre estos dos extremos se hallan el resto de los países de la Unión Europea, tales como Francia (86%), cuya deuda oscila entre el 60% y el 100% del PIB.[1]

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Los gobiernos europeos de filosofía liberal, simbolizados por la Alemania de Ángela Merkel, son unánimes en cuanto a la importancia que conviene dedicar al “desendeudamiento” público, aplicando políticas de austeridad. Del mismo modo, Pierre Moscovici, a pesar de que es el ministro de Economía francés del gobierno socialista de François Hollande, ha fijado como objetivo prioritario “reducir los déficit”, y se ha comprometido a limitarlos a un 3% del PIB por año, entre otras cosas a través de la reducción de los gastos públicos.[2]

No obstante, es de notoriedad pública que las políticas de austeridad que promueven la Unión Europea, el Banco Central Europeo y el Fondo Monetario Internacional y que se aplican en el Viejo Continente, son económicamente ineficaces. Incluso tienen el efecto contrario, ya que lejos de estimular el crecimiento, la reducción de los gastos, la disminución de los salarios y de las pensiones de retiro –además de las consecuencias sociales y humanas catastróficas que ocasionan– conducen inevitablemente a una contracción del consumo. De hecho las empresas se ven obligadas a reducir la producción y los salarios e incluso a prescindir de sus empleados. Consecuencia lógica, los recursos tributarios del Estado disminuyen mientras que sus gastos –para atenuar los efectos del desempleo– estallan, creando así un interminable círculo vicioso, cuyo símbolo es la crisis griega. Así, varios países europeos se encuentran en recesión.

Cómo nació la deuda pública de Francia

En 1973, Francia no tenía problema de deuda y el presupuesto nacional se encontraba equilibrado. En efecto, el Tesoro Público podía financiarse directamente con el Banco de Francia para construir escuelas, infraestructuras viarias, portuarias y aéreas, hospitales y centros culturales, sin tener que pagar una tasa de interés exorbitante, y entonces apenas tenía déficit. No obstante, el 3 de enero de 1973, el gobierno del Presidente Georges Pompidou, él mismo antiguo director general del Banco Rothschild, influenciado por el mundo financiero, adoptó la Ley n°73/7 sobre el Banco de Francia, apodada la “Ley Rothschild” por el cabildeo del sector bancario a favor de su adopción. Elaborada por Olivier Wormser, gobernador del Banco de Francia, y Valéry Giscard d’Estaing, entonces ministro de Economía y Finanzas, la ley estipula en su artículo 25 que “el Tesoro Público no puede ser presentador de sus propios efectos a descuento del Banco de Francia”.[3]

En otras palabras, el Estado francés ya no puede financiar el Tesoro Público contratando préstamos sin interés con el Banco de Francia, sino que tiene que abastecerse en los mercados financieros. Así, el Estado se encuentra obligado a contratar préstamos y pagar intereses a las instituciones financieras privadas, mientras que hasta 1973 podía crear moneda para equilibrar su presupuesto mediante el Banco Central. Los bancos comerciales disponen ahora del poder de creación monetaria mediante el crédito, mientras que antes era una prerrogativa exclusiva del Banco Central, es decir del Estado, y se enriquecen a costa de los contribuyentes, con un estatus de casi monopolio.

Así, los bancos privados pueden prestar, gracias a los sistemas de reservas fraccionarias, más de seis veces la suma que tienen en moneda central. En otras palabras, por cada euro de que disponen pueden prestar hasta 6 euros gracias a la creación monetaria mediante el crédito. Si no es suficiente, pueden contratar con el Banco Central todos los fondos que necesiten con una tasa a menudo del 0%, con el fin de prestarlo luego… a los Estados con una tasa del 3% al 18%, como es el caso de Grecia. Así, la creación monetaria mediante el crédito representa el 90% de la masa monetaria en circulación en la zona euro.
Maurice Allais, Premio Nobel de Economía francés, denunció esta situación y afirmó que la creación monetaria debía ser una prerrogativa del Estado y del Banco Central. Según él,
“Toda creación monetaria debe ser del Estado y sólo del Estado: toda creación monetaria distinta de la moneda de base del Banco Central debe ser imposible, de modo que desaparezcan los ‘falsos derechos’ que resultan actualmente de la creación monetaria bancaria […]. Por esencia, la creación monetaria ex nihilo que practican los bancos se parece a –no vacilo en decirlo para que la gente entienda bien lo que está en juego– la fabricación de dinero por falsificadores, tan justamente sancionados por la ley. Concretamente, lleva a los mismos resultados. La única diferencia es que los que se benefician de ello son distintos”.[4]
En la actualidad la deuda de Francia se eleva a más de 1,7 billones de euros. Ahora bien, entre 1980 y 2010, el contribuyente francés rembolsó más de 1,4 billones de euros a los bancos privados sólo a título de intereses de la deuda. Así, sin la ley de 1973, el Tratado de Maastricht y el Tratado de Lisboa, la deuda francesa sería apenas de 300.000 millones de euros.[5]

Francia paga cada año 50.000 millones de euros de intereses, lo que pone dicho pago en el primer puesto del presupuesto, antes de la educación. Con semejante suma, el gobierno podría construir 500.000 viviendas de 100.000€ o crear 1,5 millones de empleos en la función pública (educación, salud, cultura, ocio) con un salario mensual neto de 1.500€. El contribuyente se ve despojado de más de 1.000 millones de euros cada semana en provecho de los bancos privados.  Así, la categoría más rica de la población ha recibido del Estado el fabuloso privilegio de enriquecerse a costa del contribuyente sin ninguna contrapartida y sin el menor esfuerzo. Por otra parte, este sistema permite al mundo financiero someter a la clase política a sus intereses y dictar la política económica mediante las agencias de calificación, ellas mismas financiadas por los bancos privados. En efecto, si un gobierno adopta una política contraria a los intereses del mercado financiero, esas agencias bajan la nota de los Estados, lo que tiene como efecto inmediato el alza de las tasas de interés. Al mismo tiempo, cuando el Estado y el Banco Central Europeo reflotan los bancos privados en dificultad –es decir, que proceden a su nacionalización de facto sin beneficiarse de ninguna ventaja, como por ejemplo un poder de decisión en el Consejo de Administración-, lo hacen con tasas de intereses menos elevadas que las que esas mismas entidades financieras aplican al Estado.

El sistema de crédito que se ha establecido en Francia desde 1973 y que se ha ratificado en los tratados de Maastricht y de Lisboa sólo tiene un objetivo: enriquecer a los bancos privados a costa de los contribuyentes. Es una lástima que no se abra un debate sobre los orígenes de la deuda pública en Francia en los medios informativos ni en el Parlamento. No obstante, bastaría con devolver la exclusividad de la creación monetaria al Banco Central para resolver el problema de la deuda.

Notas

[1] Eurostat, « La dette publique des Etats membres », diciembre de 2011. http://www.touteleurope.eu/fr/actions/economie/euro/presentation/comparatif-le-deficit-public-dans-la-zone-euro.html (sitio consultado el 12 de junio de 2012).
[2] Le Point, « Moscovici : l’Europe, dossier prioritaire, la dette publique est un ‘ennemi’ », 17 de mayo de 2012.
[3] Loi du 3 janvier 1973 sur la Banque de France. http://www.legifrance.gouv.fr/affichTexte.do?cidTexte=JORFTEXT000000334815&dateTexte=19931231 (sitio consultado el 13 de junio de2012)
[4] Maurice Allais, La crise mondiale d’aujourd’hui, Editions Clément Juglar, 1999.
[5] Une histoire de la dette, « Comprendre la dette publique », 7 de octubre de 2011. http://www.unehistoiredeladette.fr/2011/10/07/video-comprendre-la-dette-publique-en-quelques-minutes-et-drcac/ (sitio consultado el 13 de junio de2012). Sociétal, « L’arnaque de la dette publique », http://www.societal.org/docs/dette-publique.htm (sitio consultado el 13 de junio de 2012).

Salim Lamrani
Salim Lamrani es doctor en Estudios Ibéricos y Latinoamericanos de la Universidad Paris Sorbonne-Paris IV, Salim Lamrani es profesor encargado de cursos en la Universidad Paris-Sorbonne-Paris IV y en la Universidad Paris-Est Marne-la-Vallée y periodista, especialista de las relaciones entre Cuba y Estados Unidos. Su último libro se titula Etat de siège. Les sanctions économiques des Etats-Unis contre Cuba, París, Ediciones Estrella, 2011, con un prólogo de Wayne S. Smith y un prefacio de Paul Estrade.
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