“Tres pasiones, simples, pero abrumadoramente intensas, han gobernado mi vida: el ansia de amor, la búsqueda del conocimiento y una insoportable piedad por los sufrimientos de la humanidad. Estas tres pasiones, como grandes vendavales, me han llevado de acá para allá, por una ruta cambiante, sobre un profundo océano de angustia, hasta el borde mismo de la desesperación” — Bertrand Russell

3/12/07

De cómo Chávez ha podido trasformar las derrotas en victorias ¿Será posible repetirlo ahora?

No pudimos, por ahora!

OMAR MONTILLA


La noche del 11 de abril de 2002, cuando nuestro país vivía uno de los momentos difíciles de nuestra Historia y estábamos conscientes de la suerte (o mala suerte) que correría Hugo Chávez, yo —que podría ufanarme de una mediana formación intelectual—, contemplaba atónito cómo era conducido a aquel nido de alacranes que lo menos dramático que le prometía era la muerte. Entonces pensé y lo comenté con los míos, que si Chávez salía vivo de aquel triste episodio quizá lo tendríamos con nosotros en 5 ó 7 años, por lo menos. Luego, el día 12 nuestra casa era allanada por agentes de la Policía Metropolitana buscando a Isaías Rodríguez. Entonces lo que había pensado el día antes fue borrado, pues en cuestión de horas habíamos pasado de una democracia —no definida aún—, al fascismo puro, donde ese atropello contra una familia inerme se había cometido con la complicidad de la junta de condominio del edificio y el conocimiento de un periodista que escribía para “El Nacional” encendidas crónicas contra las “arbitrariedades” del gobierno de Chávez.

Entonces me sentí muy triste y derrotado. Y lo peor, no tenía un rumbo que seguir. Ese sentimiento me duró sólo unas horas, porque el análisis que me había servido de base para llegar a las conclusiones que he expuesto carecían de un elemento, un “pequeño” detalle: la participación del pueblo. La noche del 2 de diciembre el asunto fue diferente, porque si bien estábamos frente a un descalabro de grandes proporciones el detalle que faltaba era precisamente la no participación del pueblo. Entonces me sentí triste, pero no derrotado.

Y si esos episodios vitales están íntimamente ligados a Hugo Chávez, los suyos propios lo están con nuestro pueblo. El mismo 4 de febrero de 1989, la derrota militar de la rebelión estuvo signada por la ausencia de la participación popular, mientras que en el llamado “paro petrolero”, que es sin duda la agresión más costosa que ha sufrido el país en los últimos 100 años, la victoria sobre el Imperio y sus lacayos criollos sólo fue posible por la participación activa, firme y decidida de la gran mayoría de los venezolanos, que posteriormente nos dieron nuevas victorias electorales en el referendo revocatorio del 2004 y en la reelección presidencial del 2006.

Nuestro caudal electoral se ha erosionado con la no participación de más de 3 millones de compatriotas, que están allí. No voy a hacer un análisis de las causas que motivaron esa colosal deserción, porque es un asunto que está cubierto de nubes que impiden una justa percepción del fenómeno. Eso lo veremos después. Sólo me atreveré a decir algunas cosas, que por obvias saltan a la vista: Los abstencionistas no votaron por la opción del NO. Nuestro pueblo está allí, expectante porque muchas de sus demandas no están satisfechas, y lo que reclaman es precisamente una profundización de los cambios, vale decir de la revolución. No están contra el Socialismo, más bien no están conscientes de lo que significa y ello debemos de explicarlo. Las fallas no han sido de ellos, han sino nuestras, de los que optamos por el SI.

Nunca como ahora la alternativa revolucionaria ha sido tan fuerte. La mitad del electorado ha dicho a Chávez que quiere el Socialismo, y lo ha hecho con mucha conciencia. Pero hay millones de venezolanos que esperan por nosotros, que claman por justicia, por seguridad personal. Quieren vivir mejor. Esos deseos sólo se los puede proporcionar el Socialismo. ¡Vamos por ellos! Son nuestros hermanos y ellos nos esperan, porque muy adentro saben que la coalición variopinta que ha impedido la Reforma Constitucional, por ahora, no está en capacidad de llenar sus expectativas.

Y los mas de 4 millones que votaron contra la Reforma Constitucional, no son oligarcas, como se lo dicho Fidel a Chávez. Muchos de ellos están confundidos por décadas de prédicas contra el Socialismo y contra los valores nacionales. ¡Vamos también por ellos! La clase media es terreno fértil para la revolución, porque de su seno han salido grandes revolucionarios.

Pero, siempre hay un pero. Debemos limpiar nuestra casa para recibir a los huéspedes. Hay nidos de alacranes por todas partes. Muchos corruptos, ladrones y traidores que se hacen pasar por chavistas con gran descaro. Muchos funcionarios que no vibran con las angustias del pueblo, que lo abandonan a su suerte, mientras despotrican grosera y abiertamente de nuestro Presidente. ¡No puede ser! ¡Basta ya!

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